Hay razones suficientes para decir SÍ

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Por Luz Dary Ruiz Botero, ciudadana del Sur. Aspirante a Educadora Popular

Hay razones éticas, políticas y pragmáticas para parar la guerra con las Farc, diciendo si a la refrendación del acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera.

En primer lugar, porque mientras más dure una confrontación armada más difícil es resolverla, mas se degrada y son mayores las victimas que genera y los costos económicos que conlleva.

Segundo, porque ninguna de las partes ha logrado someter militarmente al contrincante, ni las Farc se ha tomado el poder ni la fuerza pública Colombia ha sometido a la guerrilla. Pero además, las condiciones geográficas del país, las bases sociales que respaldan, y la capacidad de sobrevivir y incrustarse la violencia en la sociedad parece significar la pervivencia de la confrontación armada.

Tercero, porque la guerra impide transformaciones democráticas, que a su vez han sido uno de los argumentos para el surgimiento de las guerrillas, “en nuestro país la guerra ha servido como cortina de humo para encubrir las disputas” nos recuerda Max Yuri Gil, impidiendo el avance en reformas sociales, económicas culturas y políticas de las que el país urge; en cambio se ha estigmatizado al diferente, se judicializa al opositor y se criminaliza al movimiento social por vínculos con la ilegalidad.

Cuarto, como “el futuro es el pasado realizado” como nos recuerda Jaime Nieto, ya es hora de que las nuevas generaciones de Colombia puedan vivir la tranquilidad, la alegría y la euforia de la paz, con el silencio de los fusiles, la garantía plena de la realización de los derechos humanos y con la política sin armas e ilegalidad; con el respeto a las diferencias y el pluralismo en tanto oportunidades de construir mejores sociedades donde los conflictos se aborden democráticamente.

Y finalmente, porque el mecanismos acordado para refrendar los acuerdos de la Habana es el plebiscito, el cual contara con una única pregunta y dos respuestas Sí o No. Este mecanismos de participación ciudadana, no permite aprobar partes del acuerdo que se pueden compartir plenamente o disentir de algunos aspectos que podemos considerar problemáticos o confusos. La aprobación o no es a la totalidad del acuerdo final.

Estamos ante un momento histórico en el país muy importante por la solución negociada al conflicto armado con las Farc y ante una oportunidad política inimaginable en otros tiempos, para la ciudadanía, para la configuración de un sujeto social y político que refrende los acuerdos en lo inmediato, pero que de manera decidida y consiente asume el compromiso y la responsabilidad con la implementación de lo acordado como aporte a la construcción de la paz.

Este acuerdo final no soluciona todos los problemas del país, no es la reforma agraria añorada, no es la garantía de no mas violencia, no acaba los grupos ilegales en el país, sin embargo, significa parar la guerra con la guerrilla mas antigua en armas del continente, con uno de los conflictos armados de mas larga duración en el tiempo en el mundo y con la concreción de la negociación política con esta guerrilla en el cuarto intento en el país. Aportando reformas legislativas, institucionales y programáticas en favor del campesinado y la tierra, la participaciòn política democrática, los derechos de las victimas y los cultivos de uso ilícito como un problema mundial y de estrategias multidimensionales.

El inicio de esta fase de transición que es bastante incierta en el país, como escenario de disputa política que podrá definir los rumbos de Colombia a 20 o 30 años, como recuerda el profesor Jaime Nieto, requiere asumirse como ciudadanos protagonistas del momento, con posiciones claras y opciones ético-políticas que le resten posibilidades a las violencias, requiere avanzar en cultura política democrática y ello implica restar al autoritarismo e intolerancia como ejes de pervivencia de la guerra en Colombia que reclama como plantea Nieto “Configurar sujetos social y político que sean verbo, acción, de la construcción de la paz, es una sociedad en movimiento como condición sino quano para que no se repita la guerra en Colombia”

Es por lo anterior, que la educación y la academia como espacios públicos por excelencia para la discusión y el debate deben aportar a imaginarios sociales desde los que se reconozca la historia de conflicto armado de Colombia desde sus múltiples versiones, se aporte a reconocer que nuestra sociedad es producto de construcciones sociales y que por lo tanto, también, lo es la superación de condiciones de inhumanidad e indignidad que la ha caracterizado. Que necesitamos avanzar en la democracia que tiene como base el pluralismo y la diferencia, que reconocen al otro, diverso, contrario u opositor, como legitimo otro en convivencia. Y que como diría el maestro Freire la educación y sus maestros debemos contribuir a socializar la esperanza, como antídoto limitado pero importante, ante los determinismos y justificaciones de la indignidad, imaginar la posibilidad de un país sin guerra y de ciudadanos comprometidos con este país que al fin y al cabo es de todos incluyendo las nuevas generaciones que vendrán y para las que confiamos la guerra en Colombia sea un asunto importante de la historia del país, no una realidad cotidiana en sus vidas.

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