Por: Diego Herrera Duque, presidente del Instituto Popular de Capacitación (IPC)
El próximo 27 de mayo Colombia ira a las urnas en la primera vuelta presidencial. Se afirma que ha sido una campaña “alucinante”, tanto por las invenciones de miedo, mentira y odio, con sus repertorios de violencia simbólica y directa, como por la manifestación creativa y masiva de la ciudadanía en redes sociales y plazas públicas. La política cobra vigencia ética, estética y pública, cuando el país puede hacer distinción entre ficciones y realidades.
En algunos candidatos la sensatez ha sido escasa. Vargas Lleras, publicita su capacidad de realización de obras, con los recursos de todos los colombianos, y se mueve en una frágil línea de apoyos entre la legalidad y dirigentes políticos investigados por la justicia. Iván Duque, habla en cuerpo ajeno, leyendo los dictados de su mentor político que sigue anhelando el pasado de guerra y de una sociedad escindida y excluyente políticamente que atrae miles de colombianos. En el centro político aparece mayor prudencia encarnado en Sergio Fajardo, quien construye su discurso sobre pilares de educación y anticorrupción, pero sigue caminando a tientas en sus propuestas programáticas. Solo se entrevé madurez en Humberto De la Calle, quien de manera honesta se ha mantenido coherente en su postura de desarrollar los acuerdos de paz y defender la Carta Constitucional de 1991 fundado en principios liberales, pero, si nos atenemos a las encuestas, no le va a alcanzar para llegar a la presidencia. Por último, Gustavo Petro, de manera sincera le ha hablado directamente y sin rodeos a los problemas del país nacional, de las gentes y sus cotidianidades, enfrentando el establecimiento que ha estado de espaldas a la sociedad, y mostrando propuestas de renovación y esperanza que marcaron la agenda electoral.
En este espectro diverso, parte de las explicaciones que han rondado en torno al comportamiento electoral y las preferencias de campaña se mueven entre la delgada línea de la elección racional o emocional. Observando la realidad del debate, las formas como se desarrolla y los resultados que puede arrojar la elección, puede verse que parte de lo acontecido está rodeado por un campo de fábulas discursivas que vienen sometiendo la reflexión y alterando los afectos, las emociones, las percepciones y particularmente, las visiones del tipo de democracia y del proyecto de país que imaginamos o al que nos oponemos.
Gran parte de la sociedad colombiana, en una mezcla de euforia y agresión, invoca con intensidad el miedo al castrochavismo, a la expropiación, al derrumbe de la familia y a la pérdida de los valores tradicionales. Nada más alejado de la realidad y más cercano a la ficción para mantener sometidas a las personas. La inventiva ha sido lanzada y extendida por los sectores más conservadores y restauradores en Colombia desde el momento mismo del Plebiscito por la Paz, pasando por las elecciones legislativas y ahora concentrada en el debate presidencial.
En ese campo presidencial, dicha inventiva está empeñada en destruir la voluntad del electorado, exagerar en una persona los males de la sociedad, calificar la contradicción como un mal existente y adornar los daños irreversibles que ha traído la guerra en el país, bajo la “sensación artificial de vivir un mundo idílico”[1]. Ese artificio ha sido edificado sobre una imagen falsificada y discursos alterados de la realidad con la misma fórmula: mentira, odio y miedo, muchas veces desarrollada con el recurso de la violencia simbólica y directa.
En esas llevamos más de doscientos años de vida republicana y la dosis siempre se repite: Los mismos con las mismas, cambiando las máscaras en cada momento histórico en el que se define quien toma el rumbo del país, y eligiendo un enemigo común sobre el cual recaen los futuros males de la sociedad. Le pasó a Gaitán, a Galán, a Pizarro, a Jaramillo, y los mataron para luego gobernar los mismos. El paso de la invención de la realidad queda consumado, los unos a la tumba y los otros al poder.
Pero ante esta forma tradicional, mezquina y amenazante de hacer política, se viene presentando un despliegue de creatividad, promesa de cambio y transformación, de cara al futuro con una narrativa para construir la paz, superar la desigualdad, parar el daño al medio ambiente, innovar con energías renovables, acabar con las prácticas corruptas y separar la política de la criminalidad. El debate electoral salió de las formulas vacías y se renovó en sus temas de manera inédita. La forma de cautivar los electores se saltó de los salones sociales, de oficinas burocráticas para acuerdos burocráticos, del marketing político y de contubernios oscuros, para poner la discusión política en la vida pública, en la calle, con todos sus matices y pluralidades, sin artificios.
Son orillas alucinantes. Este domingo, es la oportunidad de transitar de un mundo artero y enmascarado, a un mundo aventurado en la urgencia de transformación por una Colombia más amorosa, humana, digna, solidaria y en paz. No queremos las formulas conservadores estáticas y ancladas al pasado, que pueden producir daños irreversibles. Queremos la función estética y creadora de la política y sus gobernantes, para el bien de todas las personas.
* Las ideas aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y en nada comprometen al Instituto Popular de Capacitación (IPC)
[1] https://www.lemiaunoir.com/paraisos-artificiales-baudelaire/