El padre Francisco de Roux se para frente al atril, secundado por los comisionados, agarra entre sus manos delgadas la declaración del informe final de la Comisión de la Verdad y dice que trae un mensaje de verdad para detener la tragedia intolerable que es la guerra en Colombia.
Es un mensaje de reclamo para este país que permitió que la guerra se perpetuara y que las generaciones se acostumbraron a ella, pero también un mensaje de esperanza. Dice que las armas no pueden volver a la política, que el país debe devolverle la dignidad a su gente, que nos acostumbramos a la muerte suspendida en el secuestro, en la muerte de líderes incómodos, por pensar distinto, por defender y proteger los derechos humanos.
Que la nuestra es una sociedad excluyente, con problemas estructurales que nunca han sido enfrentados con la grandeza ética y política. Que en Colombia hay que eliminar la inequidad, el racismo, el patriarcado, la corrupción, la impunidad, el negacionismo, la seguridad que no da seguridad, que hay que cambiar todo eso para andar por “caminos pacíficos y democráticos”,
Por eso reconoce a quienes ofrecen la verdad y piden perdón por lo que hicieron en el conflicto armado. Porque hay que aceptar la responsabilidad ética y política, y quienes lo hacen “engrandecen su reputación” y pasan de ser el problema a parte de la solución.
“Estamos convencidos de que hay un futuro para construir juntos, en medio de las legítimas diferencias”, dice. Atrás de él nueve comisionados con camisetas que dicen “Hay futuro si hay verdad”. Y agrega: “no podemos postergar el día en el que la paz sea un deber y un derecho de obligatorio cumplimiento.”
Un relato que reclama, un reclamo de esperanza
El padre de Roux lanza preguntas como si arrasara. Lo hace porque es lo que han intentado responder en los últimos cuatro años: ¿por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y el Estado parar la guerra política? ¿Cuál fue el Estado y las instituciones que no se detuvieron y sí promovieron el conflicto? ¿Dónde estaban el congreso y los partidos políticos? ¿Hasta dónde quienes tomaron las armas calcularon lo que hicieron? ¿Qué hicieron ante todo esto los líderes religiosos, los profesores, los jueces y fiscales y los medios de comunicación? Y ante todo: ¿cómo nos atrevimos a dejar que pasara y cómo nos atrevemos a permitir que continúe?
La Comisión escuchó a más de 30 mil víctimas del país, escuchó a colombianos exiliados en 24 países del mundo, escucharon a los expresidentes, se reunió con las fuerzas militares, soportó la renuncia del comisionado Carlos Guillermo Ospina, a un par de meses de la entrega del informe final, incluso, este 28 de junio de 2022, el presidente Iván Duque no estuvo en este evento tan importante para el país, ausente, como fue su gobierno, ante la implementación del Acuerdo de Paz.
Por eso el padre dice que “lo ganado en el Acuerdo de Paz de 2016 es una realidad, nuestro pueblo conoció en 2017 el más tranquilo de los años vividos en medio siglo, conoció lo que significa la paz y no va a renunciar a ello.”
Dice que hoy entregan el resultado de la Comisión de la Verdad al país, y saca un libro grueso bajo el atril, lo levanta y el público del Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá rompe en aplausos. Solo tendrán dos meses para socializar sus resultados. De ahí que el cumplimiento de las recomendaciones de la Comisión y el monitoreo que se les haga a estas dependerá en gran parte del presidente electo Gustavo Petro y de la vicepresidenta Francia Márquez.
“Cortar los ciclos de la venganza es cortar los ciclos de la violencia”

Foto: cortesía Comisión de la Verdad.
De entre el público aparece Petro, con su saco gris y su camisa blanca. Camina hacia el escenario y en el fondo se escucha una cumbia como cortina en la transmisión. Saluda a cada comisionado, les da la mano. El padre le entrega un ejemplar de las recomendaciones y él lo recibe. El padre se sienta y Gustavo Petro se para frente al atril. Dice que es su primera intervención pública luego de su elección.
Dice que hay expectativa de la paz, de la posibilidad de una paz grande, de la paz integral, de la posibilidad de pasar a una era de paz en la historia de Colombia. Y recoge una idea que ya dijo el padre antes: hay que sacar las armas de los conflictos.
“Las sociedades siempre tendrán conflictos, pero el conflicto no debe ser sinónimo de la muerte, de la vida. El conflicto es la forma como la humanidad ha podido ascender, convertirse en civilización, en cultura, el conflicto dialogado es el que permite que la humanidad crezca”, agrega. Por eso, el diálogo es sinónimo de política y de cultura.
De ahí que el país tenga la obligación de cortar los ciclos: “cortar los ciclos de la violencia, implica cortar los ciclos de la venganza, cortar los ciclos de la retaliación, cortar los ciclos en los que las víctimas se vuelven victimarios”
Luego mira al padre, que lo observa desde su silla, y le dice: “Aquí lo que estamos tercamente afirmando es que las generaciones de 200 años de soledad sí tienen una oportunidad, una segunda oportunidad bajo los cielos de la tierra, y lo vamos a hacer realidad, así que estas recomendaciones se harán eficaces en la historia de Colombia.”
El daño causado
El padre vuelve al frente. Entre el público algunas personas gritan, dicen que debe quedar registrado el asesinato de los líderes sociales. El padre dice que sí, que gracias por los reclamos, que el informe recoge cada reclamo y luego se vuelca a hablar de los falsos positivos. Si hubieran sido diez, dice, habría sido gravísimo, si hubieran sido 100, habría sido para cambiar el Ejército. En cambio, fueron miles, 6.402, hasta ahora, según la JEP.
“El daño causado por este crimen de Estado a la ética pública del país es inconmensurable, tiene un efecto devastador”, insiste. “Presentaron como triunfo lo que era perverso y ese daño a la nación vulnera a toda la fuerza pública, a personas de integridad moral.”
Vuelve a las preguntas, como un ciclón: ¿Quién dio la orden? ¿Por qué los responsables no han hablado ante las víctimas para reconocerlo? ¿Por qué se llegó a tanta barbaridad? ¿Por qué las altas cortes no intervinieron?
En esta guerra más de 30 mil niños fueron reclutados, las comunidades vieron morir a sus profesores, los sindicatos vieron morir a sus compañeros, el país vio morir a centenas de excombatientes que le apostaron a la paz. Dice que la lista es interminable y un dolor inmenso, y nos tomaría 17 años hacer un minuto de silencio para honrar a cada una de las víctimas de la guerra.
En el público hay mujeres y hombres, blancos y negros e indígenas que lloran, que se secan las lágrimas, que escuchan las preguntas: ¿Por qué los colombianos dejamos seguir este despedazamiento? ¿Por qué vimos las masacres como una novela barata de televisión?
De ahí que, con esa voz calma, sosteniendo con una sola mano el documento que lee, dice que la Comisión no es dueña de la verdad, que la verdad es dueña de la Comisión y que esta contribución es para que el país pueda seguir adelante.
Recomendaciones: peticiones
El padre dice ahora, al finalizar la declaración del informe final, que tiene 64 páginas, que pide a los colombianos que acojan el espíritu de las recomendaciones, de las verdades de la tragedia, que miremos críticamente la historia y que se implemente el Acuerdo de Paz.
“Y a las instituciones que no acogen la legitimidad del Estado”, como señalando a las disidencias de las Farc, al ELN, al Clan del Golfo y a tantos grupos armados ilegales, que escuchen “el clamor del pueblo que pide parar la guerra desde todos lados y ponerse en la ruta del diálogo.”
Pide profundizar la democracia
Pide a la justicia frenar la impunidad.
Pide al gobierno, a la fuerza pública, los partidos, las iglesias y los educadores que reconozcan la penetración del narcotráfico en la vida, en la política, en la cultura misma.
Pide al Estado y la sociedad una nueva visión de la seguridad para construir la paz, sobre la base de las personas.
Pide al Ejército que ponga el honor en la paz.
Pide al Estado y al empresariado que garanticen bienestar y condiciones de vida digna de las personas que han sido excluidas.
Pide asegurar la redistribución equitativa de la tierra, que se acoja la reforma rural integral, como lo pide el Acuerdo de Paz.
Pide superar el racismo estructural, el colonialismo, la exclusión injusta dada a indígenas, negros, raizales y ROM. Hacer de sus culturas parte sustantiva de nosotros como colombianos.
Pide que la verdad “fuerte y audaz nos lleve a la reconciliación”.
Pide, al final, que haya una “Colombia apasionada por la vida, donde no haya más odio y guerras inútiles.”
Vea: Acto público de presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad