*Columna escrita por Fredy Chaverra
Lo que seguramente empezó como un gesto de cortesía, o sí se quiere, como una medida para construir confianza, se ha convertido, en medio de los intensos avatares y desplantes de la paz total, en un problema de compleja resolución.
Me refiero a aquella labor de “exhumación conceptual” que emprendió el 17 de septiembre de 2022 el recientemente defenestrado Danilo Rueda, quien, sin calcular consecuencias prácticas, resucitó un fantasma al reconocer a la disidencia orientada por Iván Mordisco como el Estado Mayor Central de las Farc-ep.
Y desde ese día, el fantasma de una sigla que se creía extinta no ha dejado de recorrer los inciertos laberintos de la paz total asegurándose, sin mayor discusión pública, un precipitado reconocimiento político, así como las banderas históricas de una guerrilla que se acabó definitivamente el 15 de agosto de 2017, el mismo día que concluyó la dejación de armas de cerca de 7.000 exguerrilleros de la que en su momento fuera la mayor fuerza insurgente en el hemisferio occidental.
Los motivos que fundamentaron esa labor de exhumación conceptual resultan siendo tan débiles como contradictorios.
Inicialmente, el gobierno asumió que los frentes guerrilleros que no se acogieron al Acuerdo suscrito el 24 de noviembre de 2016, los mismos que se declararon el rebeldía ante el antiguo Secretariado o con antelación a la Décima conferencia (la que selló el fin de las Farc-ep como guerrilla), merecían un reconocimiento a su naturaleza “insurgente” que permitiera habilitar canales para activar un eventual proceso de negociación. Proceso que no implicaría renegociar el Acuerdo de Paz y que sí requería de nuevos modelos de reincorporación y justicia transicional.
Sin embargo, esa decisión resultó siendo precipitada por al menos dos circunstancias específicas: primero, como antesala al reconocimiento no se avanzó en una caracterización minuciosa del entramado criminal que desde el gobierno Santos se englobó con el paraguas de “disidencias de las Farc” y que de entrada impidió reconocer su naturaleza diferenciada, trayectorias y motivaciones; segundo, se pasó por alto que las disidencias de las Farc crecieron entre 2018 y 2022 sobre la base, en mayor medida, de nuevos reclutamientos. Nunca han estado estrictamente conformadas por rebeldes que no reconocieron el Acuerdo de Paz.
También resulta contradictorio que para avanzar en el proceso de negociación el gobierno haya avalado como voceros del EMC a personas que sí se favorecieron de los beneficios del Acuerdo de Paz, es decir, que fueron objeto de amnistía pero que volvieron a las armas so pretexto del incumplimiento. Eso de facto les quita el sombrero de disidentes y les pone el de desertores. ¿Acaso, no se cumplió con el Acuerdo cuando se les favoreció con la amnistía?
Ya la Corte Constitucional, en el comunicado que avala la exequibilidad de la Ley 2272 de 2022 -también conocida como Ley de Paz Total-, determinó que no pueden ser nombrados como “voceros de paz” personas que estén en la cárcel. Decisión que echa por el suelo la designación de Alexander Farfán Suárez, alias Gafas -condenado por delitos cometidos tras la firma del Acuerdo de Paz-, como vocero de la representación del EMC para la fase preliminar de los diálogos.
Lo cierto es que el reconocimiento político a la mayor disidencia de las Farc-ep fue una decisión exclusiva de Danilo Rueda, eso sí, siempre respaldado por Petro y fue algo que nunca se planteó como un tema de discusión en la agenda nacional. Tan solo la mañana del 17 de septiembre de 2022 nos levantamos con la buena nueva de que la sigla Farc-ep habían vuelto al ruedo por cortesía de Rueda. Desde ese momento el legado de Santos y De la Calle (caricaturizado desde lo mínimo por la extinción de la sigla) se removió en sus cimientos.
De ahí que en el evento conmemorativo a lo siete años del Acuerdo de Paz, el expresidente haya afirmado que “el peor error que ha cometido este gobierno es patentar las disidencias como Estado Mayor Central”.
Sin duda, el debate ya está servido y el gobierno, por cortesía del Estado Mayor Central, tiene todas las de perder.